El poder de las palabras
Hoy me regresaron a la biblioteca de nuevo, esta clase de días son tristes. El bolso de gamuza en el que la pelirroja me trasportó olía a despedida. Creo que ella tampoco quería separarse de mí. Leyó mis 500 páginas en tan solo un par de días, mi final no le encantó pero estuvo conmovida a lo largo de todo nuestro viaje juntas. Me gusta pensar que algo tan simple como una lectura es capaz de impactar una vida y cuando esa lectura se encuentra entre mis páginas me siento el libro más increíble del universo.
En una época me dediqué a acumular polvo en la parte más alta de una estantería, estaba escondida y observaba a las personas del lugar. Todo era silencioso y la gente leía de todo desde libros de texto escolares hasta novelas románticas, yo me sentía embriagada por el poder de las palabras y la importancia de los libros. La biblioteca era un punto de reunión entre estudiantes, un refugio seguro para quien estuviera dispuesto a prestarle su atención a algún libro, una escuela para quien se tomara el tiempo de aprender por su cuenta, allí dentro todo era posible.
En ese entonces me sentía omnisciente y creía que nada podía ser mejor, hasta que un buen día reorganizaron la sección en la que me hospedaba, conseguí un lugar más concurrido y a muchos lectores curiosos. En lugar de sentir y observar el poder de las palabras, empecé a vivirlo.
Las personas me escogían, se tomaban su tiempo, me hojeaban, me leían, se llenaban de mis ideas y regresaban a su realidad. Esa era la mejor sensación del mundo.
Desde entonces he conocido a muchas personas de todas las edades, que vestían diferente y que reaccionaron distinto ante mis palabras, lo único que tenían en común era un amor por las historias. Hubo personas que se perdieron en la biblioteca y me encontraron por casualidad, otras que jamás me invitaron a su casa porque me leyeron en alguna mesa de la propia biblioteca, un par de lectores fueron a la biblioteca únicamente buscándome, hubo algunos que me abrieron las puertas de su casa por un par de días, otros empezaron la lectura y desistieron, unos más lentos necesitaron llevarme a su casa más de una vez para poder terminar mi historia, algunos cuantos ni siquiera me abrieron, unos pocos devoraron mi historia con avidez y también hubo varios que me llevaron a su casa en repetidas ocasiones para leerme de nuevo.
He vivido tantos años, conocido a tantas personas y pasado por infinidad de manos que a veces me siento inmortal, casi tanto como las palabras que llevo tatuadas en cada rincón de mi ser.
¿Qué sería de los humanos si el poder de las palabras? ¿Qué sería de mí sin las palabras?