Un lugar tranquilo en el mundo

¿Fue un sueño o un recuerdo? Últimamente me pregunto eso varias veces por semana. Cada tanto, entre alguna actividad cotidiana, me viene a la mente el susurro de una canción que me eriza la piel. Está siempre acompañada de una sensación como de inmensidad o ingravidez, me siento dentro de una gran bóveda. Pero entonces ¿se trata de un sueño abstracto y una canción que no existe o es una memoria difusa de algo que he escuchado antes? Me encantaría descubrir la respuesta.

En este mundo hay cosas que no se pueden ignorar y yo tengo un cuaderno lleno de esas cosas. Ahí registro de todo, hay sensaciones, olores, sonidos, texturas, paisajes y sabores; si es algo que vale la pena recordar está escrito ahí. Es mi forma de enfrascar lo intangible. Cada que pienso en esa misteriosa melodía me asalta la certeza de que es la única sensación que no he registrado de forma apropiada, por eso necesito escucharla de nuevo. Desde hace un par de semanas, con la intención de encontrarla, he estado prestando mi absoluta atención a todo y gracias a eso he escrito más notas que nunca en mi libreta.

“Mi desayuno sabe a días de otoño y a una agradable compañía. El trayecto hacia mi cotidianidad mullida es tranquilo.”

Esa mañana el clima es increíble: sin sol y sin lluvia, hay una brisa suave, aún está oscuro y fresco. Me gustan los días así. Los sonidos matutinos del metro hoy me parecen especialmente ajenos, siento que esta vez no embotellé las sensaciones sino que ellas me enfrascaron a mí.

“Mis clases son un bucle frío que huele a medio día, sabe a café y ya me sé de memoria.”

El día transcurre a una velocidad somnífera y apacible. El envase que me contiene es enorme y es capaz de ralentizarlo todo. Es un día bastante común.

“Huyendo de la tímida llovizna helada. El edificio silencioso es el refugio perfecto. En medio de un mar de libros siseantes.”

La biblioteca es tan sobrecogedora como siempre. Mi visita es breve, pero salgo con dos libros. No me alcanzaría una sola vida para leerlos todos, es una lástima. Aunque al menos puedo intentarlo.

“Nadar: no hay suficientes palabras. Solo es inefable.”

Nervios, emoción y expectación preceden a mi momento favorito del día. El traje de baño es como una capa de piel más, el frío me atraviesa. Cada músculo de mi cuerpo se estira con lentitud, la pista de atletismo se alarga hasta el infinito. Un silbato ruidoso después estoy entre burbujas, sonidos de clavados rítmicos, instrucciones difusas a gritos y agua en los oídos. La lluvia apuntala el techo de la alberca pero aquí solo existe cansancio, un olor incipiente a cloro y una tranquilidad inusitada. Mi respiración agitada se va calmando, el hechizo está por terminarse. El sonido de pasos húmedos, un baño helado y toallas limpias: de vuelta a ser mortal y ordinaria. Mi ropa recuperada se siente cálida y estorbosa. Acabo de salir pero ya quiero volver.

“La abrumadora calidez humana de un vagón lleno, el olor a asfalto mojado y un camino sinuoso, húmedo y nuevo.”

El trayecto de vuelta a casa al inicio es lento y silencioso, hay mucho vaho y el calor humano es casi asfixiante. La lluvia titubeante se convierte en diluvio. Hay un lago donde debería haber una calle, eso me obliga a improvisar. No hay ningún lugar seco a la vista.

“Un lugar sagrado que no solo es solemne, tiene magia. No es una cúpula enorme, es un concierto galáctico.”

La primera puerta que veo me recibe reticente: una iglesia abandonada, gélida y enorme que por suerte también está seca y parece vacía. La lluvia no va a parar pronto, no estoy especialmente entusiasmada con la idea de empaparme y tengo un par de libros por leer. Así que me siento ahí en silencio. No podría decir con exactitud cuánto tiempo ha pasado cuando, de repente, lo escucho. No es una canción lo que ha estado rondando por mi cabeza todo este tiempo, es una maraña de ecos. El más mínimo ruido suena justo como lo haría un concierto a mitad del espacio sideral. Las motas de polvo flotan por doquier y me siento pequeña y libre de la gravedad terrestre. Los sonidos rebotan por todas partes y vuelven distintos. La luz pasa tenue y con dificultad por los vitrales de colores, hace que todo parezca más etéreo. Este lugar, en el que jamás habría considerado entrar, es el portal hacia otra dimensión, una burbuja alejada del mundo.

“Todos buscamos nuestro lugar tranquilo en el mundo. Este es el mío.”

He visto muchas películas con lugares secretos e inspiradores pero jamás imaginé encontrar uno en la vida real. Podría pensar en varios: una casa del árbol a mitad del bosque, una azotea de acceso prohibido con las mejores vistas de la imponente ciudad, una playa rocosa, helada y solitaria en pleno invierno. Pero este lugar es diferente y completamente irreal. Llegué buscando un refugio y eso fue justo lo que encontré.

Andy Nava.

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