Neurosis de angustia y un taladro

De la nada, un ruido estridente y repulsivo entró en mis oídos para quedarse en mi cabeza por unos minutos, aunque lo peor fue la vibración que vino con él. Una vibración enorme y repetitiva que empezó por mis dedos, recorrió mis brazos, se coló en mi estómago, revolvió mis tripas y estrujó mi corazón.

Mi interior se encontraba temblando con violencia, me dolía profundamente alguna parte de mi cuerpo que no logré identificar con claridad y sentía un terror creciente y totalmente inexplicable que me gritaba “¡Huye!”. ¿De qué? Ni idea, yo solo quería salir corriendo.

Entorné los ojos, traté de actuar normal y de concentrarme en mi respiración, que cada vez se hacía más pesada porque el aire dentro de mis pulmones se sentía denso y casi pastoso. Tenía la incesante sensación de que yo era demasiado grande y demasiado torpe. Iba perdiendo paulatinamente el control de mi cuerpo, mis extremidades empezaron a entumecerse lentamente y a hormiguear de una forma desagradable.

Debajo de mi sudadera surgió un sudor frío y pegajoso que me inundó la espalda y el cuello. Me sentía enferma, el corazón me iba a mil por hora, mi cabeza empezó a dar vueltas con una lentitud exasperante y mis oídos solo percibían un sonido vacío, molesto y doloroso.

Dentro de mí las emociones se encontraban mezcladas y borrosas, todo carecía de un nombre específico. Había mucho miedo, una premonición inminente de muerte y una brutalidad latente, viva y palpitante que, de repente, me abandonaron casi tan rápido como habían surgido y me quedé anonada e intranquila.

No estaba en una situación peligrosa, solo estaba en el taller ayudando a ensamblar un escritorio a plena luz del día. Al escuchar el taladro y sostener el escritorio para que los tornillos entraran bien, me invadió esa monstruosa sensación. El único eco que dejó ese episodio de neurosis de angustia fue debilidad y fatiga: la convicción de que ese aparato del demonio se saldría de control persistía en el fondo de mí, como música ambiental, cantándome al oído…

Andy Nava.

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